17.6.07

INFILTRADO


No sé si como aguerrido reportero o más bien como detective-investigador, este fin de semana me he infiltrado en un encuentro de hombres, enterado de que pretenden constituir una especie de nueva secta, con la misión de informarles a Uds. y advertir especialmente a los hombres de que se preparen para marcar territorio, pues se está gestando una especie de nueva revolución.

Se trataba de un encuentro de fin de semana en un discreto convento de monjas –la ironía siempre ayuda a despistar-, similar a los retiros espirituales de nuestra época adolescente. Para hacerme pasar por uno más y no llamar la atención me disfracé de “hombre al uso”: ajado pantalón vaquero dos tallas más grande desganadamente caído, arrugada camisa de cuadros con los puños remangados hasta casi dejar ver los bíceps –bueno, la zona donde deberían estar-; sucias zapatillas de deporte, calcetines ¡blancos! con tomates y todo (un hombre no debe saber zurcir), y un apelotillado jersey –de rabiosa moda en los 70- estratégicamente colocado sobre un hombro; barba de varios días y el santo (compañero) y seña (igualdad), que un espía me había soplado.

Pronto sentí que algo no cuadraba: me recibieron unos tíos relimpios con un amasijo de abrazos y ¡besos!, invitándome a comer un suculento menú hecho por ellos mismos, tras lo que me hicieron atender una increíble chapa sobre la necesidad de deconstruir los obsoletos esquemas del género masculino, todo ese rollo sobre la igualdad entre hombres y mujeres y no sé cuántas mariconadas más. Llegaron a permitir la entrada de una tía, feminista perdida, que les anticipó las hostilidades que deberán sortear en ese proceso de cambio social. Lo cierto es que me hicieron sentir un bicho raro; me temo que van a conseguir que no queden hombres como los de antes…

Joseba M. Garitano Iriondo

Listening To The Music:
PARADE: El último hombre vivo, 2006


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